“No siento paz mental”. “Siento que me falta algo, o que no estoy obteniendo lo que debería de la meditación”. “No veo nada durante la sesión”. “No estoy experimentando algo especial o particular”. “He estado meditando regularmente por un tiempo y parece que no estoy avanzando”. “Me siento un poco estancado/estancada”.
Con estos comentarios me encuentro a menudo cuando estoy en el rol de Coach de meditación. Como son muy frecuentes, a esta categoría la he llamado “la noche oscura de la práctica”. La sugerencia para salir de ese bucle es: dejar ir las expectativas. Aunque es totalmente correcta, no me ha parecido lo más efectiva para estos casos: deja a los meditadores sin claridad suficiente como para realmente entender lo que esto significa. ¿Tengo que bajar mis estándares? ¿Cuál es el punto de la meditación, entonces? Son algunas de las preguntas naturales que surgen cuando se recibe ese consejo. Por otra parte, dejar ir las expectativas no es para nada fácil pues requiere soltar una parte de nosotros que está apegada a ellas, y eso es bastante. Dejar ir una parte de nosotros mismos es bastante.
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Pasar por la experiencia
Una de las formas amables de atravesar “la noche oscura de la práctica” es ir paso a paso, capa por capa, entendimiento por entendimiento. No hay apuro en esto. Es un proceso de desaprendizaje que requiere paciencia y compromiso. Desmantelar lo que ha tomado años en ser construído, para ser reinsertado dentro de un marco más respetuoso con lo que uno es, no es tarea de un día.
Durante este proceso algunos puntos claves son:
- Reconocer el apego a los resultados. El apego a los resultados es diferente a las expectativas. Tener expectativas es, muchas veces, útil. En la vida profesional, por ejemplo, establecer metas y esperar resultados medibles, confiables y tangibles es importante para nuestro desarrollo. Nuestras relaciones importantes también están sujetas a expectativas, en este caso a las del mínimo ético: encuentros sin maltrato, respeto a la individualidad (permitir que cada parte surja en el espacio de la relación sin juicios, y sin esperar, asumir o proyectar que el otro es esto o aquello), y con balance entre el dar y recibir. En áreas como la salud física es natural esperar ciertos resultados, sobre todo si se sigue un tratamiento o entrenamiento. Los problemas surgen cuando las cosas no salen como esperábamos, o no al nivel por el que trabajamos. El resultado no se siente como imaginamos, no nos satisface como lo soñamos. No apreciamos el proceso, lo luminoso que ocurrió allí, y el resultado que consideramos insatisfactorio permea la experiencia completa. El resultado, como tal, nos parece plano, superficial, que no valió tanto el esfuerzo. Y podemos llegar a sentirnos un poco vacíos después del intento.
- Esperar decepción, frustración y desencanto. El apego crea sufrimiento. Si solo queremos un tipo específico de resultado, las probabilidades de experimentar decepción son bastante altas.
- Darse cuenta de que el apego es contraproducente. Cuando tenemos un objetivo para la meditación no permitimos que la mente descanse, la mantenemos ocupada creando estrategias. No estamos meditando, solo estamos intentando ejercer cierto control sobre nuestra experiencia (y probablemente con la mejor de nuestras intenciones). Aquí nos estamos sentando a mantener la mente activa, no para aquietarla.
- Permitirse habitar un espacio libre de exigencias. Tomar ciertos minutos del día para liberarse de las cargas del éxito, frustración, la opinión de otros, deberes, problemas, responsabilidades.
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Amigarse con lo que no nos gusta
“Se dice que antes de entrar al mar, un río tiembla de miedo.” Khalil Gibran
Experimentar “la noche oscura de la práctica” no es banal, es, de hecho, un hito bastante profundo y significativo. Nos pone en contacto con la raíz de muchos de nuestros sufrimientos como seres humanos: el apego. Navegar esas aguas se puede sentir a ratos desalentador y desorientador, pero cuando llegamos a la otra orilla lo entendemos como un tránsito, como parte del viaje del proceso siempre en desarrollo de la paz interior. Solo tenemos que seguir practicando, sentarnos a meditar nuevamente al día siguiente, tener un poco de paciencia, no rendirse. Lo dulce espera.
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