Sobre mantener la cordura en tiempos de cambios. Parte II.

(parte I aquí)

Si hay algo en lo que diferentes filosofías, cosmovisiones, sistemas espirituales y cosmologías coinciden respecto de la realidad, es que el cambio es la única certeza en este mundo. Impermanencia lo llaman en Oriente, cambio en otros lugares. Como sea que esto se entienda, parece que el cambio es lo que impregna toda nuestra experiencia en este mundo. El cuerpo, humor y pensamientos cambian diariamente, a veces por minuto e incluso por segundos. Cambiamos trabajo, amigos, parejas, casa, país y mascotas. Nuestro cuerpo se deteriora, envejecemos. La naturaleza de la realidad es el cambio.

Este entendimiento es importante para poder aprender a tomar distancia interior de cosas que, al final del día, cambiarán. Guiño a la ecuanimidad aquí. El apego a las cosas que cambian es, finalmente, la fuente de nuestro sufrimiento. Dejar ir, otra vez. Por supuesto que nunca es sobre nuestros planes futuros o experiencias pasadas, sino que emociones, apegos o “deseos descontrolados”, y juicios al respecto. Una vez que se liberan esas cargas, el futuro se puede planear mucho más eficiente y realistamente – podemos reconocer que nuestros planes, muchas veces, no se realizan porque esperamos mucho o demasiado poco de nosotros mismos o de la circunstancia. Y de las experiencias pasadas se estará capacitado a aprender de ellas, obtener sabiduría para uno mismo y para los otros. Una vez que la sabiduría es obtenida, dejarla al servicio de los demás es lo que sigue.

“Suspende la práctica basada en un entendimiento intelectual, de perseguir palabras y seguir un discurso, y aprende el paso hacia atrás que vuelca tu luz al interior para iluminar el ser. Cuerpo y mente por sí mismos caerán, y tu rostro original se manifestará.” Dogen [traducción del Inglés de la autora]

Si la naturaleza de la realidad es el cambio, ¿qué pasa con nuestra propia naturaleza? ¿qué tan diferentes somos de la realidad? Podemos aceptar que no somos muy diferentes a ella. Somos reales, de hecho. Y si así somos, si somos reales, ¿qué queda de nosotros cuando las cosas cambian? ¿qué ganamos o perdemos en este juego del cambio? La pregunta por nuestra identidad más profunda, por “aquello” que queda de nosotros cuando las cosas cambian, puede ser abordada desde un punto de vista más sutil. Y solo para apuntar en esa dirección podemos considerar que nuestra conciencia – con esto se quiere decir cómo procesamos/entendemos la información entregada por nuestra percepción, y la respuesta a ese proceso – y la realidad son una y la misma. En otras palabras, la realidad es consciente y la conciencia es real. (La física tiene algo que decir al respecto. En este artículo se puede leer – en inglés- sobre qué tan material es la realidad, en caso de que se piense que la realidad es única y estrictamente materia).

La naturaleza de ambos, realidad y conciencia, es una y la misma. Nuestra conciencia cambia junto con nuestra realidad, y viceversa. Si pensamos en las así llamadas prácticas espirituales, o prácticas que nos conectan con nosotros mismos en un nivel consciente como la meditación (así es como sabemos qué está pasando), nos damos cuenta de que son altamente prácticas: ritualistas y aterrizadas (en silencio entra a la habitación, te sientas, ajustas tu postura corporal, te sientes cómodo, cierras tus ojos, suavemente trae tu atención a un solo punto, dos dedos sobre el ombligo, y mantenla ahí… ¿qué tan etéreo es eso?). Y no hay otra forma de que así sea ya que conectamos con la realidad cuando sintonizamos con ella, así vamos con ella, fluimos con ella, y permitimos que el proceso de cambio tome lugar.

Este proceso de cambio no es solo muy visible y positivo a través de la práctica regular de meditación, o manteniendo alguna práctica espiritual, sino que debido a otras circunstancias también –aunque yo diría que el proceso es más duro. Y así te encuentras un día sosteniendo un bebé, a tu bebé, por primera vez en tu vida. Y una de las cosas que pasa por tu mente es “¡cuánto amo este pequeño cuerpo y cuán frágil es!” Este pensamiento temporal crea un sentimiento importante en ti, y repentinamente entiendes, más allá de las palabras, que su fragilidad es tuya también, que ahora eres responsable de ese pequeño cuerpo, y este nuevo entendimiento trae transformación, algo cambia en ti, ya no eres la misma. De cierta forma te has vuelto más real.

Continuará…

Créditos por la imagen @RiyazAhmed