Sobre mantener la cordura en tiempos de cambios. Parte III (parte I, parte II)

Cuando vivimos experiencias transformativas tales como un viaje importante, cambiarse de país, comenzar una nueva carrera profesional, ser padre/madre, enamorarse o desenamorarse, dejamos de ser “alguien”, el que éramos antes, y entramos en una nueva dimensión de nosotros que es desconocida y más expansiva que la anterior. Esta expansión es experimentada en varios niveles al mismo tiempo (nace tu bebé y tu casa no es la misma, la habitación vacía es ahora la habitación del bebé, descubres tu capacidad de nutrir y amar, tu paciencia, cuán buen apoyo es tu pareja – o no, etc.) y viene con esta nueva identidad tuya.

Cuando se trata de la práctica espiritual, la expansión más allá de nuestra identidad conocida también se presenta, y uno encuentra que experiencias de meditación profundas son descritas, por experimentados meditadores, con palabras como “suavidad”, “ligereza”, “paz indescriptible”, “vacío”, “centrado”, “expandido” en todos los casos. Es como si todos entraran al mismo espacio mental. Como si las experiencias profundas no fueran muy distintas entre una persona y otra. ¿Pero cómo es que dos personas diferentes tienen casi la misma experiencia interior mientras profundizan en la meditación? Uno puede decir que, enmarcándolo desde un punto de vista estructural, el “alguien” -el que medita- se vuelve “nadie” -el que experimenta todas las posibilidades en su interior sin identificarse- y porque es nadie, es todos al mismo tiempo.

Transformación -o cambio- está presente al nivel de nuestra vida mundana y también en nuestra vida espiritual. Muchas doctrinas espirituales enseñan sobre cómo uno se puede iluminar (un proceso transformativo cuyo objetivo es “ver” o “saber” las cosas como son) o cómo conocer tu verdadero ser (Atman), ser un santo (aquellos de nosotros que “están más perfectamente transformados en la imagen de Cristo” como define el Lumen Gentium Nº 50), cómo permanecer más cerca de Dios o “actuar de acuerdo a la Luz del Creador” como los Kabalistas explican, y así. Y ninguno de estos procesos ocurre sin experimentar una profunda transformación interior. 

Ya sea que estás cambiándote de país, experimentando una pérdida importante, enamorándote, en el camino de la santidad o realización espiritual, estás cambiando. Puristas pueden alzar una ceja en este punto pues estoy comparando el ser padre/madre o viajar con el camino de la realización espiritual, pero para mí ellos difieren en visibilidad (cuan material o visible es el proceso de transformación) y vocación (distinciones entre lo que es profano y sagrado son, usualmente, el lugar donde surjen problemas, y está, muchas veces, sesgado por la cultura – no trato de decir aquí que lo divino no es sagrado, sino que apunto a cierto cuidado que hay que tener en esto, especialmente en un mundo globalizado).  El “alguien”, el que es consciente de sí mismo hasta el egoísmo, cuando se convierte en padre/madre, es un “nadie”. Toda la atención pasa al bebé -y no puede ser de otra forma!- y todo lo que pasa alrededor de él. El buscador espiritual, el “alguien” que busca paz interior, sabiduría o a Dios, se vuelve “nadie” en una experiencia profunda de meditación, en la Santa Comunión o el momento de la Oración.

Nuestra conciencia y la realidad son una y la misma (chequea posts anteriores). Al entender todos los aspectos de nuestra vida como diferentes dimensiones de una sola cosa, al traer un núcleo, centro o espacio interior unificante en donde el “alguien” puede rendirse y convertirse en “nadie”, no nos sentiremos perdidos o faltos de punto de referencia – un sentimiento que surge a menudo cuando experimentamos cambio y transformación, especialmente en esta “modernidad líquida” como Bauman la llamó. Por el contrario, abrazaremos el cambio sin importar cuán incómodo sea, porque esa es la base de nuestra experiencia humana, eso es lo que todos nosotros (sin importar nuestras diferencias) experimentamos en la vida. Este entendimiento no solo trae sabiduría sino que también compasión  hacia todos los seres. Y al final del día eso cuenta porque estamos todos teniendo nuestras dosis de miedo, incertidumbre, pérdida, ganancia, juicio, realización y satisfacción, y merecemos un poco de paz entre todo eso.

Imagen: Composición 8 – Vasili Kandinsky https://www.guggenheim.org/artwork/artist/vasily-kandinsky/page/3