Cómo atraer energía de paz a tu vida

Me llevó muchos años encontrar las palabras para definir el estado de felicidad. Creía saber lo que era la felicidad, o quizá lo sabía por descarte por todas las ocasiones en las que no sentía esa sensación de plenitud. Pero quizá no entendí el verdadero significado hasta que empecé a meditar y no solo aprendí lo que era la paz interior y cómo generarla para mí misma, si no que empecé a saborear sus mieles y a comprender, por tanto, su importancia.

Fue cuando empecé a meditar, decía, cuando me di cuenta de que la felicidad era sinónimo de paz. De que ser feliz era en realidad estar en paz y de que cuando me sentía en paz, tenía la mayor sensación de felicidad al margen de cuál fuera la situación. Y así fue como empecé a valorar los pequeños momentos de felicidad y paz que tenía en mi vida, en contraposición con las grandes metas y vivencias que uno se supone que ha de tener para sentirse feliz.

A través de la práctica de la meditación, aprendí a vivir de una forma más mindful. Y así fue como esclarecí cuáles eran los pasos que me funcionaba poner en práctica para atraer la paz a mi día a día y con ello sentir una profunda felicidad. ¿Y qué mejor que pequeñas dosis de felicidad a diario?

  • Empezar el día meditando: sí, da pereza; sí, siempre tenemos muchas cosas que hacer… pero merece MUCHO la pena. Aplicar cierta disciplina y voluntad para sobreponernos a la frustración que nos puede generar establecer un nuevo hábito de vida es la forma de conseguirlo… y ¡no es para tanto! Luego, ya no supe dejar la práctica. Empezar todas las mañanas sonriendo ¿quién prefiere lo contrario?
  • Dejar ir la sensación de necesitar estar en control: sentir que necesitamos estar en control de absolutamente todo lo que rodea nuestra vida es una sensación común para encontrar seguridad. Sin embargo, con ella sobrecargamos nuestras capacidades hasta que acabamos prefiriendo no estar al cargo ¿cuántas veces no habremos disfrutado más de la simpleza? Dejar de pensar en el pasado y en el futuro, pues el uno no se puede cambiar y el otro no existe aún; y, disfrutar de la ligereza del no saber estar -ni querer estar- siempre al mando de todo es, sencillamente, maravilloso.
  • Aprender a ver el aspecto positivo de cada situación: muy a menudo tendemos a magnificar nuestros problemas y centrarnos mucho en ellos hasta hacerlos epicentro de nuestras vidas. En cambio, en muy pocas ocasiones prestamos esa atención a las buenas noticias que nos rodean. Hacer el ejercicio consciente de ver la positividad en cada situación es magnífico y gratificante.
  • Tratar a los demás de la misma manera en la que me gustaría que me trataran a mí: hubo una gran parte de mi vida en la que ni me fijaba quien pasaba a mi alrededor. Según aprendí a ser más consciente de mi propia existencia, empecé a serlo de la de los demás y empecé a sentir curiosidad por cuáles serían las circunstancias de vida de cada persona. Así, empecé a desarrollar cierta empatía que me ayudó no solo a tratar mejor a aquellos que no conocí sino también a aquellos con quienes no había logrado tener una buena relación. Aprendí que sembrar lo que uno quiere para sí mismo, es importante y empecé a disfrutar horrores de pequeños detalles como sonreír a los demás aunque aparentemente no hubiera una razón para ello. ¡Ser amable es gratuito y sienta bien a ambas partes!

Así fue como aprendí que la vida se puede vivir en dos estados: en paz o en resistencia. Y que yo prefería vivirla en paz y poner en práctica pequeños pasos que me ayudaran a conquistarla de forma diaria.

¿Cuáles son los pasos que te funcionan a ti? ¿Crees que algunos de esos se asemejan a ti y que podrías ponerlos en práctica? Sea como fuere, ¡no te demores en encontrar la forma de vida que te atraiga paz interna, porque será la forma en la que consigas llegar a ser feliz!

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